Gran Canaria alberga un acervo gastronómico que ha florecido durante siglos en lugares casi imperceptibles para el visitante. En cada pueblo, detrás de cada abrupta montaña, se esconde un secreto culinario que invita a recorrer la Isla en busca de sabores y aromas inolvidables.
El hermanamiento cultural con América trajo consigo la incorporación de productos que con el tiempo han jugado un papel fundamental en la cocina canaria. La batata fue uno de los tubérculos que se integraron rápidamente en las Islas después de la conquista aunque su relevancia se viera eclipsada por la popularidad de la papa, un elemento muy valorado que puede presentarse como ingrediente o guarnición e incluso de manera independiente. El plato más conocido de la gastronomía isleña recibe el nombre de papas arrugadas, un manjar que se hace acompañar de una salsa ligeramente picante bautizada como mojo picón.
El tomate de Gran Canaria también ha cosechado una extraordinaria popularidad. Ha alimentado a varias generaciones desde que comenzara a cultivarse hace más de un siglo y es uno de sus productos más exportados. No obstante, la Isla se nutre igualmente de verduras como los berros, las acelgas y los jaramagos, base de unos potajes exquisitos.
El clima subtropical no sólo es una bendición que permite disfrutar del paisaje durante todo el año sino que actúa como colaborador necesario en la proliferación de aguacates, mangos, papayas y guayabos. Sin embargo, el plátano es la fruta canaria por excelencia gracias a su sabor dulce, su valor nutricional y un peculiar aspecto plagado de pequeñas motas marrones. El norte de Gran Canaria es un jardín de plataneras que aportan su singularidad al entorno mientras ejercen como sostén de la industria agrícola. Porque el plátano también debe su saludable estado de forma a la continua innovación que le ha llevado a la mesa frito, rebozado o con gofio.
Ese último ingrediente forma parte de la herencia que legaron los aborígenes. Una harina tostada de trigo, maíz o cebada muy apreciada durante la posguerra civil española por su aporte calórico.
El océano acoge una abundante variedad de pescado que puede ser consumido fresco en pueblos costeros como Agaete o el Puerto de Mogán. Y es que Gran Canaria cuenta con un extenso catálogo de platos como el sancocho, la vieja, el atún embarrado o los tollos, pero también puede presumir de buenas carnes. Las de cochino, conejo y cabrito son las más admiradas.
Cada uno de los 21 municipios contribuye al enriquecimiento de la gastronomía de la Isla. El chorizo de Teror es un icónico embutido de cerdo ideal para untar el pan en sus múltiples variedades. El Queso de Flor de Guía, elaborado con leche de oveja y cuajo vegetal, pide a gritos un suculento bocado. Los gourmets más exigentes también sabrán apreciar el café de Agaete, el único que se cultiva en un país europeo.
La bebida de calidad hace tiempo que echó raíces en Canarias no sólo por el excelente vino malvasía que Shakespeare alabó en obras como Las alegres comadres de Windsor y Noche de Reyes sino por ser la cuna del ron más famoso del Archipiélago. El Arehucas se fabrica en la bodega más antigua de Europa y obtuvo 1892 el título de proveedor oficial de la Casa Real española.
El recorrido gastronómico por la Isla debe finalizar con el sabor dulce de una genuina repostería. El bienmesabe, los suspiros de Moya o el mazapán de Tejeda son tesoros diminutos que aseguran una experiencia imperecedera.
Recorre Gran Canaria con niños, y saborea su gran buffet gastronómico. Os dejará un inolvidable sabor de boca.