La mayoría de pueblos de la costa fueron en sus orígenes sencillos núcleos de pescadores en los que la vida dependía del estado del mar. El mar les daba la vida pero también se la quitaba, y se le tenía un profundo respeto. Convertidos ahora en amables centros de vacaciones para sus numerosos visitantes, el dominio de esa inmensa mole de agua salada sobre ellos sigue estando presente. En sus aguas se nada, se bucea, se juega, se navega, se pedalea, pero todos los días de las vacaciones giran en torno a ellas.
El clima también los afecta, como antaño. Por eso unas vacaciones en el Mediterráneo son casi garantía de tiempo soleado y calor moderado en verano, pese a que hay alguno que permanece insólitamente nublado. En estos casos, la Costa Brava es un destino especialmente interesante, porque ofrece toda la potencia de su cultura, gastronomía, paisajes y belleza de sus pueblos de interior, para disfrutarla como se merece.
Si además el destino tiene el sello de Turismo Familiar, como Blanes, la diversión para los niños y comodidad para los padres están aseguradas. Y en un hotel con sello familiar como el Blaumar, más aún. Con una buena animación y Miniclub, menús infantiles, cunas, alquiler de cochecitos, protectores de enchufes y canguros bajo demanda. ¡Todo pensado para familias!
Con 4 estrellas, frente al mar, con habitaciones recientemente reformadas de estilo moderno y colorista, todas exteriores y con terraza, en las que se alojan gratis los hijos menores de 12 años y con un descuento los mayores de esta edad. Con restaurante con terraza, buffet libre de cocina mediterránea y cocina en vivo, cenas temáticas, menús para celíacos y otras alergias, pastelería casera, el servicio Todo Incluido, más la imprescindible piscina y un centro Spa tan azul como el mar.